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El tiuque: El olvidado “cuervo de Sudamérica”

Por Mario Guarda / 21 de junio de 2021
Mientras los cuervos se destacan por sus conductas en el hemisferio norte, al otro lado del mundo existe un ave rapaz considerada su “homólogo sudamericano” por su rol ecológico, inteligencia y capacidad para coexistir con el humano. Se trata del tiuque o chimango.
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Por Paula Díaz Levi- Ladera Sur:

Emblemáticos son los cuervos de Norteamérica y Europa, que han sobresalido por su inteligencia, uso de herramientas y adaptación a ambientes rurales y urbanos. Sin embargo, en el sur del mundo vive un ave rapaz de plumaje acanelado, que – con sorprendente adaptabilidad – puede habitar en bosques, campos o populosas ciudades, mientras hurguetea en basurales, desparasita a caballos, y pelea con osadía en plena vía pública, sin importar si su oponente es un rapaz más grande que él.

Nos referimos al tiuque (Milvago chimango), ave rapaz que habita en Chile, Argentina y Uruguay, y que se desplaza también por Paraguay, Bolivia y Brasil. Con sus 40 cm aproximados de altura, este animal se destaca por su plasticidad y versatilidad. Por este motivo, “se lo suele catalogar como el cuervo sudamericano, tanto por el rol ecológico que cumple, como por su inteligencia, gregarismo, y por su capacidad para cohabitar exitosamente con el humano”, explica Laura Biondi, investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) de Argentina, quien lleva más de 15 años estudiando la conducta del ave.

El tiuque o chimango vive en una amplia variedad de hábitats, incluyendo bosques, grandes ciudades, campos, praderas, zona costera, humedales, entre otros. No por nada sería una de las especies de falconiformes con mayor densidad poblacional en el mundo, y el ave rapaz más abundante en países como Chile. Lo curioso es que, pese a su conspicua presencia, esta especie ha sido poco estudiada, a diferencia de otras integrantes de la avifauna sudamericana. Esto ha llevado a algunos autores a calificarlo como “el rapaz olvidado”.

Sin embargo, lo interesante de esta especie es que, a diferencia de otras, ha logrado prosperar en sistemas socio-ecológicos, reportándose un vínculo de larga data con el ser humano. De hecho, el tiuque no solo llamó la atención de pueblos originarios que lo asociaban con la brujería y el anuncio de lluvias, sino que también se considera beneficioso para labores agrícolas.

Un menú de insectos, basura y mucha audacia

“Generalista” y “oportunista” son dos adjetivos que describen muy bien a Milvago chimango, especie que, en palabras de Laura Biondi, posee una personalidad curiosa, audaz, exploradora y con poca aversión a las situaciones novedosas (lo que se denomina como baja “neofobia”). Es decir, este plumífero suele tomar riesgos.

Si bien es carroñero, el tiuque también se alimenta de pequeños invertebrados, en su gran mayoría insectos, y también crustáceos, entre otros. Asimismo, puede cazar animales vertebrados, como roedores, peces, anfibios o polluelos de otras especies como gorriones y palomas. El investigador independiente y editor jefe de la Revista Chilena de Ornitología de la Unión de Ornitólogos de Chile, Ricardo Figueroa, quien publicó en 2015 un artículo sobre “el rapaz olvidado”, señala que el tiuque podría ser fundamental dentro de la trama trófica de ciudades y pueblos, contribuyendo a mantener la diversidad urbana, en especial porque controla poblaciones de especies, varias de las cuales son exóticas y ocupan nichos de la fauna nativa. Por si fuera poco, esta ave consume semillas, frutos y digüeñes, así como restos de basura y comida chatarra – como papas fritas – que encuentra en la urbe. Inclusive, su dieta puede involucrar a otras rapaces.

Machos y hembras construyen nidos – con ramas, pasto seco, hojarasca, entre otros materiales – en diversos lugares, incluyendo árboles o sitios artificiales, como terrazas, campanarios, cajas de desagüe y transformadores eléctricos. Tanto el padre como la madre participan en la incubación, defensa y crianza de los polluelos. Cuando crecen y se convierten en juveniles, tienden a mostrar mayor agresividad y dominancia que los adultos en algunas situaciones, y también prestarían más atención a la información social proveniente de otros individuos.

En ese sentido, un aspecto relevante es que esta ave es muy social y gregaria, pudiendo formar grandes colonias reproductivas y dormideros comunales utilizados por numerosos individuos.

Biondi también detalla que “se ha encontrado también que los tiuques son capaces de aprender socialmente, a través de mecanismos que coinciden con la emulación. Tomando en cuenta sus hábitos gregarios, esta capacidad sería de gran ventaja a la hora de transmitir nuevos patrones de comportamiento adaptativos a otros miembros de su población, lo que a largo plazo favorecería la formación de tradiciones”.

De lluvias y brujerías

En el extremo sur de Chile, las narrativas yaganes cuentan que Yoskalía (el tiuque) tuvo una novia que lo rechazó, al igual que toda la familia y amigos de ella. Un gran hechicero Yekamush, padre de Yoskalía, se vengó de quienes habían tratado mal a su hijo, para lo cual se introdujo en el cuerpo de una ballena y la hizo varar. “Todos quienes habían sido crueles con Yoskalía se alimentaron de grasa de la recién varada ballena. En aquel momento, los trozos de grasa de ballena dentro de los cuerpos de quienes se habían alimentado volaron junto con ellos, y se pegaron nuevamente al cuerpo de la ballena. La ballena recuperó su vida y nadó mar adentro, junto con todos quienes habían hecho sufrir al hijo del gran Yekamush, padre de Yoskalía, el tiuque”, relata Tomás Ibarra, investigador del Laboratorio ECOS y del Centro de Desarrollo Local (CEDEL) de la Universidad Católica, Campus Villarrica.

Como se desprende de lo anterior, los tiuques o chimangos no pasaron desapercibidos ante los ojos de los pueblos originarios de Sudamérica. De hecho, en Chile su nombre proviene del mapudungún triwkü o triuki y es de origen onomatopéyico, es decir, surge de la imitación de sus vocalizaciones.

Para el pueblo mapuche, el característico grito del tiuque también invoca el agua, la humedad y la lluvia, ya que el ave se alimenta de lombrices y gusanos de la tierra mojada. De hecho, para los lafkenches esta ave trae alegría al acompañar las labores agrícolas y despiojar a los animales, pues no es raro ver tiuques posados sobre caballos o vacas para alimentarse de sus parásitos. En paralelo, los williches en Chiloé consideraban al triuki como un “pájaro sospechoso” al asociarlo con la brujería.

Además, Ibarra añade que “en un trabajo que no hemos publicado aún, identificamos 12 especies que son utilizadas como un sistema meteorológico de pronóstico del tiempo. Y una de las especies es el tiuque, que se daría baños de polvo en el suelo cuando viene lluvia, y daría vueltas en círculos, volando en el cielo, según la gente, aprovechando seguramente los vientos puelches que bajan de la cordillera y que anuncian que vendría la lluvia”.

Como puede inferirse, la relación entre humanos y tiuques ha tenido de dulce y agraz. Figueroa declara que “la coexistencia con el tiuque debemos analizarla en dos contextos, el urbano y el rural. En áreas rurales, el tiuque puede entrar en conflicto con algunas familias que crían aves de corral. Eso puede resultar en la matanza de algunos tiuques ya sea por envenenamiento o con arma de fuego. Sin embargo, muchos agricultores valoran la presencia del tiuque en sus campos ya que son consumidores efectivos de insectos plagas (por ejemplo, cuncunillas). En las ciudades, algunos tiuques suelen romper las bolsas de basura para alimentarse y algunas parejas nidifican en terrazas o aleros de ventanas. Eso puede crear un conflicto potencial con las personas. Sin embargo, en Valdivia no he evidenciado tal conflicto. De hecho, una pareja de tiuques nidifica desde hace ocho años en el alero de una ventana de un hostal. Al parecer, los dueños no lo ven como un problema”.

En esa línea, el editor de la Revista Chilena de Ornitología apunta a la educación para compartir los espacios y tomar medidas más amigables para los tiuques. “Lo más importante para mantener una convivencia positiva con el tiuque es educar a las personas sobre su rol ecológico, y enfatizar que las molestias o daños que pueden causar a las personas son mínimas y todas requieren soluciones simples. Por ejemplo, poner una malla protectora sobre el patio del gallinero. Las estrategias educativas para eso pueden ser las usuales tales como charlas, documentales, libros y folletos”, remarca.

 

Texto extraído del artículo La sorprendente vida del tiuque o chimango: el olvidado “cuervo de Sudamérica”. Ver artículo completo aquí.

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