Por Ilse Sepúlveda
Aunque hace dos años que no viaja a Valdivia, Fernando Solís Lara se autodefine como valdiviano.
“Crecí en la avenida Francia y en la entrada de Angachilla, y de ahí soy. Mis amigos de la vida son de ahí y nos seguimos queriendo como hermanos. Mi infancia fue ahí, con bicicleta, con fútbol, con el colegio cerca del río, con los botes, con nadar, con pescar”, relata en conversación con Grupo DiarioSur.
Es hijo único de Rosario y Víctor. Él era suboficial del Ejército, “muy querido, muy bueno, pero murió joven, a los 44”, cuando Solís recién tenía nueve años.
A su mamá la describe como “muy divertida, cariñosa, sumamente tierna y de muy buen corazón".
“Ella me enseñó a ser querendón, cargante con los cariños y no puedo evitarlo”, reconoce. Asegura que sus progenitores “eran buenas personas, muy dulces”.
"Tengo la certeza de que ambos están ahí, cuidándome”, enfatiza Solís, quien estudió en la Escuela de Hombres N°1 y luego en el Instituto Salesiano.
“Fue un privilegio estar en ambos lugares porque la escuela pública en esos años era muy buena, muy exigente. Allí tuve notables e históricos profesores valdivianos, como la profesora básica Maruja Hoffmann, quien murió hace muy poco, y que para muchos era algo así como una madre. Era muy tierna y dulce y lo que ella decía se respetaba”, comenta.
También recuerda a su profesor de música, Donald Little, quien además era violinista y a quien califica como “un amor de persona”.
Y aunque a los 12 o 13 años sabía que quería trabajar en radio -anhelo que concretó durante su último año de colegio- luego de egresar de enseñanza media no encontró nada más cercano a eso para estudiar que ingeniería eléctrica en el Instituto Profesional de Valdivia -ex Universidad Técnica-, donde permaneció durante casi dos años.
“Pero no me gustó. No era mi norte. Yo era más de literatura y de escribir. Siempre leí mucho. Me gustaba la filosofía, las novelas latinoamericanas y fue un error. Estaba destinado a encaminarme hacia la radio”, reconoce.
Dado que los lugares donde podía estudiar locución en Valdivia eran informales y los que no lo eran estaban en Santiago, lo que resultaba imposible de concretar, decidió armarse él mismo una carrera.
Su malla de estudios incluía literatura, psicología, filosofía, idiomas (alemán, italiano, francés e inglés) y mucha lectura de clásicos universales y latinoamericanos. “Fue un camino de búsqueda de conocimientos y de cultura”, asegura.
Pero su decisión de abandonar la universidad y perseguir su sueño a su manera no pasó inadvertida para su progenitora.
“Cuando dejé la universidad mi mamá se desesperó, porque ¿a quién le podía ayudar ser locutor, me decía? En esos años había muy pocos locutores con prestigio, dos o tres, y los demás eran gente con una vida muy irregular, bohemia, famosos por escándalos de matrimonios. Era todo muy alarmante y no se vislumbraba como un futuro desde el sur. Era como ser cualquier cosa”, relata.
Cuenta que en su casa hubo un desfile de familiares que querían “hacerlo entrar en razón”. Incluso llegaban cartas para que se olvidara de la locución y reconoce que fueron momentos tensos. Pero tenía la certeza de que, si creía en ello, tenía que jugársela. Y así lo hizo.
Se inventó una carrera y fue disciplinado.
En 1986 cuando dejó la universidad pensó que si una profesión universitaria duraba en promedio cinco años, ese era el tiempo que debía pasar para que él obtuviera algún resultado. Y sobrepasó con creces esas proyecciones.
Su madre se resistió a su decisión, pero luego lo apoyó y de a poco todo empezó a fluir en su favor.
Sus primeros pasos en radio fueron cuando aún estaba en el colegio, en 1983, aunque fue en radio San Sebastián - “la mejor que había en ese tiempo en Valdivia” - donde tuvo su primer trabajo remunerado.
Lamentablemente, cuenta que en ese lugar “nadie se tomaba en serio” esa labor, por lo que rápidamente vislumbró que allí no estaba su futuro.
Surgió entonces la posibilidad de hacer una prueba para una radio que se estaba formando en Santiago.
“Unos amigos me dieron el dato para que me fuera a probar y así lo hice en octubre de 1986", cuenta.
"Y me dijeron: muy bien y usted ¿de dónde es? Cuando supieron que era de Valdivia, me dijeron que no podían asumir el gasto extra de traerme y sería hasta luego. Regresé a mi casa, seguí con mi vida y en marzo me llega una carta de esa misma radio donde me dicen que sí, que ellos asumen la responsabilidad de pagarme todo lo que significa mi traslado”, narra a Grupo DiarioSur.
Tenía que presentarse el 1 de abril y así lo hizo y su vida cambió para siempre. Pasó de tener días normales, llenos de esperanzas futuras, a una vida concreta, con trabajo en una radio capitalina.
“Nunca fue mi idea venirme a Santiago. Yo era feliz en Valdivia, con mi hogar, mi madre, mis amigos. Pero todo se cortó y me vine solo con sueños”, asegura.
La idea era que su madre lo siguiera, pero su abuela estaba enferma y ella se quiso quedar cuidándola. Una vez que ella estuviera mejor o partiera definitivamente, ella se iría a acompañarlo.
Y el 1 de abril de 1987 Fernando Solís Lara partió en radio Futuro.
A las pocas semanas también empezó a trabajar en radio Nacional donde hacía reemplazos y noticias y todos los turnos que nadie quería hacer, al igual que en radio Andrés Bello. En diciembre comenzó a trabajar además en TVN como reemplazo de reemplazantes.
En octubre su madre viajó a Santiago a hacerse unos exámenes y regresó a Valdivia. En diciembre se empezó a sentir mal y Solís la fue a buscar. Se hizo nuevos exámenes y en enero de 1988 el doctor le dijo que su madre tenía un cáncer muy generalizado y que tenía una esperanza de vida de tres meses.
“Mi madre murió en febrero de 1988, la misma noche en que yo hice mi primer turno de continuidad en TVN”, tan solo dos meses después de haber entrado a trabajar en ese canal, en ese entonces uno de los dos más prestigiosos del país, comenta Solís.
“Yo había estado toda esa semana junto a ella y tuve que partir ese sábado tarde porque el domingo en la noche tenía que hacer ese primer turno en TVN. Mi madre murió esa noche del domingo. Volví a Valdivia, estuve un par de días, la sepulté y me volví a Santiago. Como a los dos meses lloré como un niño” recuerda.
Luego de ese duro golpe y con solo 22 años, Solís se dedicó a trabajar.
Vivía cerca de la radio por lo que aprovechaba de tomar desayuno, almorzar y cenar en su lugar de trabajo.
Los fines de semana -en que quedaba aún más solo- algunas nuevas amistades lo invitaban por ahí. De ese tiempo guarda un especial recuerdo de Karin Janine, con quien se hicieron grandes amigos, luego de hacer algunos programas juntos.
“Cuando murió mi madre fueron muy generosos con su pareja: me llevaban a todas partes, al cine, a pasear, a la casa, fueron muy solidarios y cariñosos”, recuerda.
Desde siempre, Solís había soñado con trabajar en la radio Concierto. Y en esos días de fines de los 80' una nueva puerta se abrió para él.
Cuando estaba en radio Futuro, ambos medios pasaron a ser parte del mismo consorcio radial. Luego, el locutor oficial de Concierto, Gabriel Salas, se fue del lugar y dejó su espacio vacante. Los dueños del conglomerado decidieron que Solís debía ocupar ese espacio y a sus 23 años ya estaba en el lugar en el que siempre había querido estar.
Entonces había que seguir soñando y la siguiente meta se llamó MTV. “Después de años de trabajo ellos me llamaron y trabajé en varios eventos con la cadena musical”, asegura.
Más tarde el objetivo era trabajar en una cadena internacional y entonces se abrió la puerta de Universal Channel, parte de la cadena FOX. Posteriormente, lo llamó el director de los Grammy Latinos y de ahí la lista es enorme.
Su voz se escucha o se ha escuchado en América TV, Star Channel, Fox Sports, FX, FXM, NatGeo, Nat Geo Kids, ESPN, Star+. También es el actor de doblaje de Neil deGrasse Tyson en la serie “Cosmos: Una odisea espacio-tiempo”, de NatGeo.
Sus colaboraciones menos tradicionales fueron con la banda valdiviana Sexual Democracia en la intro del tema “Profanador de cuna”, de su disco “Buscando Chilenos” y en la serie infantil 31 Minutos, como la voz del señor Eusebio Manguera, el dueño del canal donde se emite el ficticio noticiero, elenco con el que también participó en el Festival de Viña del Mar de 2013, haciendo la voz de la canción “La regla primordial”.
Luego de su auto entrenamiento, Solís se preparó de diversas maneras para ir cumpliendo con las exigencias que cada nuevo desafío le imponía. De la radio Andrés Bello lo enviaron a hacer 15 sesiones de fonoaudiología y luego también a practicar canto lírico.
Más tarde por iniciativa propia también tomó cursos de teatro. “Tenía clarísimo que nada instantáneo podía ser duradero”, afirma, por lo que trabajó arduamente pues es un convencido de que “el crecimiento profesional se va dando de acuerdo con etapas que se van cumpliendo”, comenta.
"Vas cruzando puertas, vas avanzando paso a paso y luego de que las cosas están bien sustentadas, tienen buena base, se expande o desarrolla otro camino y tienes la fortaleza y experiencia anterior para avanzar en ese camino nuevo”, dice con gran certeza.
En una entrevista dijiste que a los 12 o 13 años ya querías ser locutor. ¿Sabías qué significaba eso?
“Yo quería trabajar en radio, pero no sabía qué significaba. Era un juego y un sueño de niño. Cuando empecé a hacer radio en 1983 en el colegio en Valdivia esto era entretenido y bonito. Ser parte de un grupo de gente que presta un servicio a la comunidad, que entretiene.
Pero en realidad el verdadero sentido lo fui descubriendo con los años. Tuve una noción más clara de lo que significaba recién en el 2008. Y cuando comprendes de qué se trata se abren más caminos todavía.
Empiezas a entender que tiene que ver con la emocionalidad, sin duda, pero también con la diversidad que existe en la sociedad. No importa quién seas, entiendes que puedes unir a todos a través de lo más básico: las emociones.
Vas comprendiendo cómo se configura el mapa de la comunicación y cosas más complejas.
Paralelamente te vas alimentando de emociones, porque mi trabajo es de intérprete y es interesante entenderlo, porque el camino de uno va dirigido a cómo me preparo para que cualquier texto que se ponga frente a mí yo sea capaz de interpretarlo de la manera correcta”.
“Es como ser actor de la voz y para ello vas almacenando información de emociones, de puntos de vista, de reacciones, de tratados sociales y culturales”, asegura Solís.
Al cumplirse los 100 años de la radio en Chile, ¿qué significa la radio para ti?
“100 años de radio son 100 años de evolución en la sociedad, en que este aparato se convierte en una persona que está contigo siempre, ya sea para informarte, entretenerte o educarte.
Para mí es un tremendo orgullo ser parte de esta familia radial, en mi país y en el mundo, porque la radio, sin duda, es una forma de expresión muy cercana, más de lo que muchos piensan. Porque tiene en sus raíces la imaginación y las emociones a flor de piel".
“La radio no se ve. Se siente. Y 100 años de radio en Chile es también decir: una parte de la historia de nuestro país está de cumpleaños”, dice Solís.
Hoy, y desde hace más de 17 años, Fernando Solís Lara trabaja desde su casa hacia toda América. Colombia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, México, Guatemala, Panamá y Argentina son algunos de los países con los que trabaja o ha trabajado durante su carrera.
Actualmente está grabando audiolibros, documentales y también -como siempre- piezas de radio, televisión y publicidad.
Ante la clásica pregunta de si es feliz, Solís responde que sí, pues tiene tranquilidad económica, grandes amigos, el reconocimiento de sus pares y el amor de su mujer y sus hijos.
Pero su felicidad tiene un día especial en la semana: “Los domingos que vienen mis hijos grandes y almorzamos todos juntos y disfruto de esa relación de regaloneo que seguimos manteniendo”, afirma orgulloso.
Y aprovecha de aclarar que para él eso es el éxito: “La felicidad de seguir haciendo lo que amo”.
Se siente muy afortunado de poder decir que tras 17 años sigue enamorado de su esposa, a quien conoció trabajando y con quien tiene una hija de 11 años.
Y aunque hace ya dos años que no visita Valdivia, pese a sentirse valdiviano -con la bandera de la ciudad flameando sobre el techo de su casa en Providencia, en Santiago- tantos viajes con motivo de su profesión lo han convertido también en un ciudadano de América.
“Eres feliz donde estás y listo”, asegura, mientras con algo de incredulidad mira hacia atrás y ve que ya son 35 años desde que dejó la Perla del Sur para convertirse en la voz valdiviana más reconocida en el continente.
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