Sus 59 años celebró la comunidad católica de la parroquia Preciosa Sangre con una eucaristía que celebró el obispo Santiago Silva, acompañado por los sacerdotes Nicanor Azúa, párroco de la comunidad, Alexander Bohorquez y el diácono Pedro Montecinos.
La historia de esta parroquia comenzó en 1962 en la población Corvi, que vivía los difíciles días post terremoto y habían muchas personas que llegaron a vivir en el sector, varios de ellos en viviendas de emergencia y la pobreza se sentía y veía mucho más.
El entonces obispo José Manuel Santos pidió a la Congregación de los Padres de la Preciosa Sangre que vengan a Valdivia a realizar su misión.
Fueron unos sacerdotes norteamericanos de la Congregación de la Preciosa Sangre los que llegaron a instalarse en el sector. La gente veía a unos gringos altos que hablaban mal el español, pero que acogían con alegría. Esos gringos no tenían vergüenza de arremangarse la sotana y trabajar como cualquier vecino en lo que fuera y así, poco a poco, se fueron ganando el cariño de la comunidad.
La primera parroquia fue una carpa y ahí se hacían las misas. También los vecinos se reunían en las casas y ahí rezaban el Rosario o hacían sus reuniones viviendo su fe y dándose esperanza unos a otros en tiempos duros.
Fue un de julio de 1963 que se crea la parroquia Preciosa Sangre, día de esta festividad religiosa católica y cuya devoción promulgó el misionero italiano San Gaspar del Búfalo en el siglo XIX.
Recién en la década de los setenta se levantó un templo, tras años de vivir las eucaristías en la famosa carpa.
Uno de los primeros sacerdote “gringos” que llegaron fueron el padre Paul Aumen, pero también dejaron su huello los padres Ricardo Beischel, Juan Falter, Thomas Hemm, Israel de la Fuente, Miguel Ángel Soto, Mauricio Álvarez y ahora Nicanor Azúa.
La parroquia destaca por ser el centro neurálgico de uno de los movimientos católicos más grandes de Valdivia, la Renovación Carismática Católica, que llegó en los años setenta y le entregó una espiritualidad renovada a los feligreses en torno a la Santísima Trinidad y la persona del Espíritu Santo actuando en medio del pueblo de Dios.
Nicanor Azúa es el actual párroco de esta comunidad. Ya es conocido, pues anteriormente ya había sido su pastor y también párroco de la parroquia Cristo Rey en la población Teniente Merino.
“Aquí hay un plus distinto con la Renovación Carismática que llegó a Valdivia con el padre Juan Falter, un misionero que la propagó en especial en esta parroquia y con énfasis en la sangre de Jesús”, expresó Azúa.
“Cuando llegaron los primeros misioneros, aparte de dar vivienda a la gente después del terremoto, se entregó la parte espiritual y al principio era una carpa que atendían sacerdotes gringos y ellos tratan desde su forma de ser de animar a la gente, pasaban fulminas o cine para los niños y así animaban a la gente en tiempos difíciles” rememoró el sacerdote.
Nicanor Azúa explicó que la congregación tiene su espiritualidad en torno a la pasión de Jesús y el derramamiento de su sangre.
“La vivencia de la espiritualidad de la sangre es el cáliz abierto, que contiene y se ofrece, por eso como parroquia estamos llamados a ser cálices para contener la sangre hoy en día que son la violencia y las injusticias y ofrecerlas al Señor. Es un modo de vida. Como decía el Obispo, es la espiritualidad de las espiritualidades que libera y sana”, reflexionó Azúa.
En la misa el obispo Santiago Silva destacó a la comunidad e instó a los feligreses a seguir viviendo su espiritualidad en Valdivia.
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