La belleza de Valdivia ha inspirado a artistas de todo tipo, entre ellos a los dedicados a la música. Son varias las canciones inspiradas en Valdivia, algunas de destacados compositores y cantautores, pero si hay que elegir una canción que evoque a la ciudad esa es “Camino de luna”.
Poner “play” y escuchar los primeros versos inmediatamente evoca los ríos de Valdivia:
“De Corral voy a Valdivia, mientras se duerme la tarde.
Por un camino de espumas voy remontando las aguas”.
Te sorprendes cuando en el segundo verso visualizas la luna reflejada en el Calle Calle:
“Por un camino de plata,
va mi barca sobre el río.
Es la luna que se baña
en la noche y en el frío”.
Es que si eres valdiviana o valdiviano es imposible no emocionarse con esta canción de hermosas metáforas. Poesía pura inspirada en lo más bello de la ciudad, su paisaje, pero un paisaje que se vislumbra como una sensual mujer, cautivadora, exótica y que invita a cantar, a disfrutar la vida, como dice la letra, “con el alma”.
“En el río Calle-Calle
se está bañando la luna,
se está bañando desnuda
y esta vestida de espumas”.
“Voy cantando por el río
mientras la luna se baña.
La noche canta conmigo
y yo canto con el alma”.
Pero ¿cómo surgió esta canción? ¿Quién la creó? ¿Por qué hay tantas versiones de la canción?
El origen de la canción está en la inspiración del compositor Luis Aguirre Pinto, un artista que no era de origen valdiviano, nacido en Copiapó en 1907, pero que creó la canción que con los años se convirtió en el himno de la ciudad.
Aguirre Pinto era un compositor versátil de música popular y que manejó distintos estilos como los boleros, rumbas, valses, corridos, tonadas y canciones folclóricas. Se inició como saxofonista y violinista e integró famosas bandas de la década de los 30, entre ellas las orquestas de Froilán Maya y Juan Carlos Barbará.
Por esos años realizó una extensa gira por América Latina, integrando la Caravana de la Música Chile y escribió temas para los repertorios de populares intérpretes como Imperio Argentina, Rosita Serrano, Alfonso Ortiz Tirado, Leo Marini y otros.
Aguirre Pinto creó mejores canciones como “Camino agreste” y le siguieron temas como “Reminiscencias” cantada por el dúo Rey Silva o “Canción de ausencia”, que le dio más fama nacional, pero años después llegaría la creación que más satisfacciones le entregaría.
En el verano de 1958 el maestro Aguirre Pinto visitó Valdivia y los coros polifónicos de la ciudad arreglaron un concierto al que lo invitaron y donde cantaron “Canción de Ausencia”. Según el diario El Correo de Valdivia, la interpretación “despertó grandes aplausos por parte de la audiencia”.
Al día siguiente, en artículo del mismo Correo de Valdivia, el periodista Raúl Román escribió un artículo donde elogió la canción y el arreglo, pero le sugirió un desafío a Luis Aguirre Pinto: “Valdivia, con la maravillosa belleza de sus ríos y paisajes, daría ciertamente motivos para una composición del celebrado maestro. Valdivia se sentiría orgullosa de contar con una canción, tonada o aire singular compuesto para ella por Aguirre Pinto. Esperamos que esta sugestión fructifique y que en fecha no distante, tengamos la ocasión de escucharla”.
Aguirre Pinto leyó el artículo de El Correo de Vadivia y aceptó el desafío de Román. Fue en noviembre de 1958 que las radios difundieron una canción que fue grabada por primera vez en Santiago por el Cuarteto Llaima para el sello “Odeón” y luego para el sello “Víctor” por la famosa cantante Esther Soré y que a la larga fue la más popular.
“Camino de luna” se convirtió en una canción popular y, de paso, Valdivia tuvo un elemento de propaganda jamás imaginado, justo en el momento de mayor auge turístico. La primera edición en partitura tenía como portada un velero, un sol radiante y un volcán, estilizados todos en fuertes colores naranjos de verano.
Durante los tristes días del terremoto de 1960, “Camino de luna” se transformó en un himno de nostalgia, pero también de resiliencia para las valdivianas y valdivianos que perdieron sus casas y que vieron transformadas sus vidas.
La banda del antiguo Regimiento Caupolicán tocaba una y otra vez la canción para subir el ánimo de los valdivianos en uno de sus episodios más trágicos de su historia. Después el tema se reproducía una y otra vez en las recordadas retretas de la banda del regimiento todos los domingos en la glorieta de la plaza. Eso hizo que la canción traspasara generaciones de valdivianos.
Fue tal el impacto que la composición fue declarada propia posteriormente por la Ilustre Municipalidad de Valdivia en 1966, según acuerdo N° 41 del 27 de enero, por lo que oficialmente, la canción ahora es el Himno de Valdivia.
Luis Aguirre Pinto volvió en enero de 1971, invitado por la Municipalidad de Valdivia, para ser declarado Ciudadano Ilustre. La ceremonia se llevó a cabo durante la celebración de la Semana Valdiviana, y otorgándole la Universidad Austral una pensión de seis vitales.
Con los años la canción ha sido reversionada por varios artistas tal como Silvia Infanta y los Cóndores, el Dúo Rey Silva, Los Cuatro de Chile, los Huasos del Algarrobal y los Huasos Quincheros.
Al final de su carrera, Luis Aguirre Pinto se desempeñó en cargos directivos en la Sociedad Chilena del Derecho de Autor. Falleció en Santiago el 7 de julio de 1997, pero su obra sigue vigente en el folclore y canto popular chileno.
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