Pensar en procesos formativos que brinden las mismas oportunidades a mujeres, hombres y disidencias sexuales es sin duda un gran desafío para nuestro sistema escolar y con ello, para cada una de las comunidades educativas del país.
Asumir el desafío implica que revisemos con mirada crítica las interacciones que promovemos como profesionales y asistentes de la educación en jardines, escuelas y liceos.
De acuerdo a diversos estudios, desde la educación temprana, según el género de cada estudiante, comenzamos a interactuar con ciertos sesgos. Es ahí donde niñas y niños, que llegan en igualdad de capacidades (afirma la Unicef), inician una formación que refuerza habilidades diferenciadas, que hace más competitivos -y seguros- a niños, respecto de niñas, para llegar a carreras selectivas y, consecutivamente, a cargos de liderazgo y de mejor remuneración.
Avanzando en la trayectoria educativa, podemos observar cómo se sostienen y acrecientan estas diferencias. La igualdad de capacidades en la temprana infancia pronto comienza a desbalancearse, como se evidencia en el Simce de cuarto básico, cuando ya aparece que a ellas les va mejor en lenguaje y a ellos en matemática. La diferencia entre estudiantes se va profundizando, incentivada por las expectativas que las y los docentes tienen en función de los estereotipos de género, lo que limita el libre desarrollo de los talentos.
Así también ocurre con la segmentación vocacional por género, que se hace evidente cuando ya son jóvenes y deben empezar a tomar decisiones de carrera. De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Educación (CNED), las carreras de pedagogía están altamente feminizadas: del total de estudiantes, un 76,5% son mujeres. En oposición, la participación femenina sigue siendo baja en las carreras STEM (de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
En la Enseñanza Media Técnico Profesional, también es notoria la diferenciación por género: las mujeres se inclinan por carreras de Confección, Salud y Educación (89%), mientras que los hombres por especialidades del sector Metalmecánico y Electricidad (86%).
Todo ello demuestra la relevancia de eliminar barreras que impiden el libre desarrollo de las y los estudiantes. El primer paso para ir propiciando la igualdad en el aula es tomar conciencia sobre los estereotipos y sesgos de género que se reproducen de manera inconsciente y que afectan las oportunidades educativas y el libre desarrollo de las trayectorias de vida. Incorporar el enfoque de género en la educación es una herramienta que facilita la inclusión educativa, tarea que no solo debe ser asumida e impulsada por el Estado, sino también por la sociedad civil. Es por eso que desde el portal educarchile –iniciativa del Ministerio de Educación y Fundación Chile- junto a ComunidadMujer pusimos a disposición el programa formativo gratuito “Transformemos las escuelas desde el enfoque de género”, abierto a profesionales y asistentes de la educación, curso que esperamos favorezca la equidad de mujeres y hombres.
Se trata de un curso introductorio que invita a la reflexión con un enfoque crítico de género, analizando las diferencias históricas y actuales entre mujeres y hombres, junto con entregar herramientas para identificar posibles brechas de género en las comunidades educativas y comenzar a modificar las prácticas.
Fuente: Andrea Osorio, directora de Aprendizaje para el Futuro de Fundación Chile.
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