El conductor de un camión minero, la operadora que chequea la calidad de la fruta en una planta agroindustrial, el trabajador que va casa a casa revisando medidores de electricidad y la auxiliar que trabaja limpiando las dependencias de una fábrica. Todos ellos tienen algo en común: pertenecen a los llamados “frontline workers”, que representan un 80% de la masa laboral a nivel mundial.
Se trata de empleados que realizan tareas operativas, que generalmente son rutinarias y que han aprendido a partir de la experiencia; en la faena, no en la academia. Las capacitaciones, hoy principalmente en formatos digitales y asincrónicos, están más bien orientadas a líneas de gestión o profesionales especialistas, y pocas veces llegan hasta sus posiciones, limitando sus oportunidades de desarrollo.
A pesar de esa aparente invisibilidad, en Chile son la “fuerza motriz” de los sectores productivos donde se localizan en forma mayoritaria: la minería, la construcción, la pesca y la agricultura; principalmente grandes empresas que, aunque representan el 1% de las organizaciones del país, concentran el 50% de la fuerza laboral, con 4,5 millones de trabajadores. Sus funciones, además, están siendo impactadas directamente por la inclusión de las nuevas tecnologías.
El Banco Interamericano de Desarrollo ha llamado la atención sobre la pérdida económica que representa el rezago en habilidades de la fuerza laboral. Algo que han comprobado las grandes empresas, tomando conciencia del protagonismo de estos trabajadores de nivel operativo, tanto en los logros como en las brechas que persisten.
La transformación digital y automatización de estas industrias aumentan las presiones para el desarrollo de carrera o la reconversión de muchos de estos oficios, cuyo futuro es incierto; en tanto, cambios sociales y laborales, como la reducción de la jornada a 40 horas, ponen el acento en su productividad.
A nivel país, y sobre todo en las empresas en que se desempeñan, es hora de reconocer su aporte y avanzar hacia la profesionalización de sus oficios, acreditando la experiencia y las capacidades que poseen a través de programas que cumplan con ese propósito. Asimismo, y en paralelo, se requiere invertir en su desarrollo de carrera con más capacitación y especialización, beneficiando al trabajador, que va a tener más y mejores oportunidades de movilidad y ascenso, incrementando su motivación con la labor realizada, y a la vez aumentando la productividad, que ha sido señalada como uno de los “cuellos de botella” para alcanzar el desarrollo de Chile.
Como Circular HR, consultora de desarrollo humano de Fundación Chile, podemos dar fe del impacto positivo que produce en los trabajadores y en sus familias el reconocimiento a su oficio. Con ese propósito, acompañamos a distintas organizaciones mediante el Programa de Acreditación de Competencias Laborales, donde hemos evaluado a más de diez mil trabajadores y acreditado a más de 6.500, desde hace ya más de una década.
Queremos que más trabajadores tengan la oportunidad de profesionalizar su oficio, que sientan que hay una valoración al esfuerzo realizado y al conocimiento adquirido en años de desempeño, y que —en un virtuoso win win— nuevas empresas experimenten los beneficios de desarrollar su capital más importante: las personas.
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