Cultura, religiosidad y progreso económico fue lo que entregó un bello paraje asentado en el río Bueno, Trumao. Un lugar que guarda mucha historia y que cobró una importancia inusitada de la que aún hay mucha nostalgia en comunas como La Unión, Río Bueno y San Pablo.
En mapudungún Trumag significa “suelo oscuro”, nombre que tal vez los huilliches –habitantes del lugar- relacionaron con la presencia de material volcánico. Con la llegada de los primeros conquistadores españoles la palabra derivó a Trumao, un punto que logró desarrollo cultural y comercial en la zona del río Bueno y de comunicación marítima y terrestre para las ciudades de Osorno, Río Bueno y La Unión en los primeros años del siglo XIX.
Trumao, ubicado en la ribera del río Bueno, en el sector conocido como La Barra se convierte en uno de los pocos puntos navegables que era el límite natural entre la Valdivia de la colonia española y el Willimapu, los territorios libres de los huilliches, tierras ambicionadas para llegar a Osorno y desde ahí conectar con la isla de Chiloé.
Fue en el siglo XVIII que se instaló una Misión Franciscana en el lugar en lo alto de una colina que mostraba parte del río Bueno y del valle. La iglesia que se mantiene hasta nuestros días posee una arquitectura muy similar a la que existe en las iglesias chilotas.
La creación de esta misión se logró gracias al Tratado de las Canoas, después de un levantamiento huilliche en 1792, liderados por los toquis Queipul y Futañirre y que fue aplacado por las tropas españolas de Valdivia que guiaba el coronel Tomás de Figueroa.
En 1793 se levanta la Misión de Trumao al mismo tiempo que se construye el fuerte de San José de Alcudia en la ribera del río Bueno. La misión inicia la evangelización entre el pueblo huilliche y logra muchas conversiones al cristianismo.
Hasta los días de hoy la comunidad católica de Trumao es una de las pocas que aún celebra una fiesta religiosa que actualmente perdió vigencia, los desposorios de la Virgen María y San José, convirtiéndose en un evento social del sector.
Todos los 23 de enero llegan peregrinos de toda la provincia del Ranco, de Valdivia y de Osorno para vivir la fiesta religiosa que ya es parte de la cultura y del sentir popular en Trumao y al mismo tiempo se realiza una feria costumbrista que llama la atención de sus visitantes.
A mediados del siglo XIX Chile fomenta la colonización extranjera en la zona sur, destacando la de los ciudadanos alemanes, sin embargo en la zona del río Bueno hubo otra colonia extranjera que aportó en el aspecto comercial, esa fue la de los vascos franceses que se instalaron en las ciudades de La Unión y Río Bueno principalmente.
En 1875 se instalan las primeras familias vascas francesas en La Unión y se crea la primera tienda: Etcheverry Hermanos. Esta tienda logra un éxito explosivo y ya en 1880 instala otra sucursal en la ciudad de Río Bueno, otra en Osorno y posteriormente en Trumao, todo esto lo registra el ensayo de Carlos Camino “Inmigración vasco-francesa en el río Bueno: el caso de las casas comerciales francesas de Trumao”.
Entre las familias que marcaron su influencia en Río Bueno y La Unión estuvieron los Iroumé, Etcheverry, Aguerre, Gastellu, Guiresse, Bouzout, Berho, Duhalde y Fourniel. Estas familias, por separado o creando alianzas comerciales, inician un periodo de bonanza en la zona.
Destacaron la Sociedad Etcheverry y Aguerre que fueron los dueños de la Casa Francesa de La Unión y cuyos socios principales eran Jean Pierre Etcheverry y Demetrio Aguerre, y la Sociedad Gastellu, Iroumé y Cía, dueños de la Casa Francesa de Trumao.
El auge comercial hace que se levante un puerto fluvial en Trumao, en la ladera norte del río Bueno, dependiente del Departamento de Valdivia, para aprovechar el sector navegable de La Barra. El puerto se transforma en sinónimo de progreso comercial entre mediados del siglo XIX y comienzos del siglo XX para Osorno, La Unión y Valdivia.
Los comerciantes franceses aprovecharon las condiciones hidrográficas del río Bueno y comienzan a instalar sus casas comerciales en las riberas del río, lo que provocó un gran movimiento de embarcaciones a vela o menores, incluso antes de la llegada del ferrocarril.
La mercadería ingresaba a Trumao a modo de aduana y era distribuida a distintos puntos desde el río hasta Osorno por tierra e incluso conectando a Valdivia por el mismísimo puerto de Corral. Así de importante era este sector.
Las mercaderías que se comercializaban eran cereales como la avena, el trigo y la cebada, los cueros de animales, la cáscara de lingue que era muy cotizada por las industrias de la lana y la madera.
Desde este puerto salía el cuero que ocuparon las tropas del ejército de Chile durante la Guerra del Pacífico en el norte.
Entre 1893 y 1896 se construye la línea férrea en la zona. Según el profesor de la Universidad Austral, Fabián Almonacid, en su libro “Valdivia 1875-1935: Imágenes e historia” la estación se estableció kilómetros aguas arriba del puerto y eso obligó a construir el denominado Puerto Nuevo.
Los comerciantes de Trumao del Puerto Viejo reclamaron por esta decisión que consideraron perjudicial para sus actividades comerciales y que les impedía aprovechar el nuevo medio de transporte, pues ellos se encontraban a dos kilómetros de la estación río abajo, donde se encontraban las casas comerciales y las grandes bodegas.
Como el ferrocarril había llegado para quedarse se levantó la segunda Casa Francesa, ahora en el Puerto Nuevo, según indica el profesor Almonacid en su libro.
El historiador añade que la Casa Francesa estaba compuesta por tres edificios independientes y unidos entre sí por corredores interiores a modo de puentes de altura y que permitían comunicarse entre sí en caso de inundaciones.
La segunda Casa Francesa importante en Río Bueno fue la fundada en 1901 por Pedro Castorene y Alejo Larre quienes trabajaron con éxito hasta 1921, fecha en que ambos socios sumaron un tercer miembro a su firma, a Juan Caldichoury. El giro principal de esta casa era de abarrotes y artículos de labranza.
Fue el inicio de la Segunda Guerra Mundial el que hizo decrecer la actividad comercial en la Barra y posteriormente el terremoto del 22 de mayo de 1960 puso el epílogo a los días de gloria del puerto de Trumao.
Muchos riobueninos recuerdan que en junio de 1960, en el contexto del gran terremoto del 22 de mayo, llegó hasta Trumao la barcaza de la Armada Aspirante Isaza. Esta embarcación logró remontar el río Bueno gracias a su bajo calado para prestar ayuda en la zona interior del río.
La llegada de una nave de la Armada causó impacto y muchos riobueninos acudieron hasta el puerto Trumao sólo para ver al Isaza o sacar fotografías.
Actualmente en la Barra del río Bueno aún se pueden ver vestigios de los palos que fueron la base de los puertos y de las Casas Francesas. Aún se ve por la ribera casas de riobueninos que alcanzaron a conocer aquellos años de gloria comercial donde la navegación era parte de la vida cotidiana.
Como detenidos en el tiempo estas personas usan sus botes para hacer sus quehaceres o visitar a un vecino en medio de un paisaje vegetal donde se mezcla el azul del cielo reflejado en el río y el verde de los árboles.
Las aguas del río siguen moviéndose y desembocan hasta el océano Pacífico en una navegación de aproximadamente cinco horas, tal como lo hicieron los antiguos navegantes que trasladaban sus productos hasta los grandes puertos de Estados Unidos o Europa.
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